viernes, 17 de septiembre de 2010

Introducción a 'Quiroga describe..'

Bueno, hace mucho no escribo un post largo, largo.. y, aunque este blog está escrito para mi propia descarga y disfrute, me voy a dar el gusto de hacer un análisis del texto que hay en el post que sigue. No va a ser nada académico y seguramente sea una sarta de pelotudeces mal organizadas, pero tengo ganas. Y listo.
Si hay una guerra que no cesa, es la de los sexos. Nosotros, hombres, como sexo débil que (realmente) somos, generalmente salimos perdiendo. Hay muchos hechos innegables que, todo bien con la platea femenina, son eso, innegables. Nadie discute que una lágrima masculina tiene cien veces el valor de una femenina. Que los hombres podemos ser todo lo que dicen de nosotros pero que una mala mina, es mucho peor que un mal tipo. No es una defensa hacia la masculinidad ni un ataque a la femineidad. No. Pero esas cosas y muchas más que serían inherentes a lo que quiero expresar son irrelevantes porque creo que el mensaje es claro. Hacen clara una situación. El hombre enamorado siente y es capaz de hacer cosas que la mujer NUNCA pero NUNCA imaginaría ni entendería.
Encima, yo nunca entendí a la gente que marca libros.. la gente que le pone papelitos o cosas a los libros para marcar páginas. O también a los estudiantes de letras que los subrayan. Pero hoy me pasó distinto. Venía en un viaje más que interesante en colectivo. Estaba nervioso porque me esperaba un día importantísimo y estaba yendo a concretarlo (historia que no entra acá porque sería meterse demasiado directo en mis sentimientos sin filtro). Cuestión, estaba nervioso y bastante sugestionado por la situación mientras leía este libro ('Cuentos de amor, de locura y de muerte' 1917) y empecé el cuento llamado 'La muerte de Isolda' que ya en la primer carilla nos regala el fragmento que transcribo más abajo. Ya el primer párrafo me había fascinado pero no podía creer lo que seguía pasando los renglones. Una descripción más que certera y justa del sentimiento que se concibe a partir de una sola mirada (o, a veces, ni siquiera eso) en el pecho de un hombre. Por eso marqué la página para poder analizarla más tarde. No me gusta caer en los clichés pero no pude haberme sentido más identificado. Horacio Quiroga mismo decreta en 'Decálogo del perfecto cuentista' (1927) las siguientes dos bases:


VI: Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba un viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de las palabras no te preocupes de observar si son consonantes o asonantes.
VII: No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él, sólo, tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
 Éstas dos, aplicadas en su totalidad generan el sentimiento de simpleza y a la vez profundidad al que llegan sólo un par de docenas de renglones hablando de un sentimiento tan complejo y tan hermoso como el que nace y brota del pecho de un hombre.

1 comentario:

unManú dijo...

Quiroga es un pelotudo nacho,salvate. SALVATE